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martes, 28 de julio de 2015

Granadas al aire


Si analizamos a detalle la posición de DT de la Selección Mexicana en los últimos 20 años, nos daremos cuenta de que "tranquilidad" es la última palabra con la que cuentan a la hora de trabajar; y quizá por ello esa posición privilegiada se ha convertido en un paso casi garantizado hacia la locura para todo el que asume el cargo.

Remontémonos a mediados de los años 90: Tras la salidad de Menotti y la llegada de Mejía Barón, todo parecía marchar bien. Ni la polémica de los cambios durante el Mundial de 1994 movieron al ténico de su lugar; pero la relación se desgastó de a poco hasta que, en una serie de penales perdida ante los gringos en Copa América significaron su adiós. "Bora" en su segunda etapa no hacía más que responder con su famoso "yo respeto" las críticas que terminaron sacándolo aún y cuando ya se había conseguido el boleto a Francia 98. De Lapuente recuerdo como la prensa bautizó a su selección como el "Tritanic", pensando en el estrepitoso fracaso que -según ellos- les esperaba en tierras galas.

Al "Ojitos" Meza ni el providencial regreso del "Cuau" le bastó para mantenerlo en su puesto; La Volpe siempre tuvo a Hugo Sánchez y a parte de Televisa detrás de él para señalar sus más mínimos errores; el proceso Hugo-Sven-Aguirre fue terrible; el proceso Chepo-Tena-Vucetich ni se diga; hasta que finalmente llegó el "Piojo", un tipo carismático, aventado, directo y que sabe ganarse la confianza de los jugadores. Lo mostrado en Brasil parecía hacernos creer que por fin había alguien no sólo con la capacidad táctica, sino humana para guiar a un grupo durante un proceso mundialista completo, pero...

I - Receta para alimentar la locura 



Quienes conocemos a Miguel Herrera desde que era jugador, sabemos que su temperamento siempre fue su gran talón de Aquiles: en más de una ocasión perdió la cabeza y agredió rivales "al calor del juego". Fue esa misma impulsividad la que lo privó de ir a jugar el mundial de Estados Unidos; y es esa misma explosividad la que como técnico le ha puesto trabas: Recuerdo cuando, dirigiendo al Atlante, tras perder una semifinal con Pachuca, se armó una trifulca en el campo porque Herrera quería reclamarle al cuerpo arbitral lo que a su juicio le pareció un trabajo muy cargado a favor de los tuzos. 

A partir de ese momento es cuando yo recuerdo que dicha excusa se convirtió en su cantaleta preferida durante las conferencias de prensa, no importa si era desde el banquillo de los Potros, Tecos, Tiburones, Rayados o incluso Águilas: "Perdimos porque el árbitro está en contra nuestra". Evidente falta de autocrítica a la que sólo Ricardo Peláez parecía tener la fórmula correcta para mantener a raya a un "Piojo" que no suele medirse a la hora de expresarse. 

Y así, con todos sus defectos y sus virtudes, Miguel Herrera enfrentó la fase final del camino mundialista: el repechaje ante una aún muy inocente Nueva Zelanda. No le tembló la mano para dejar fuera a varias figuras y jugársela con los "suyos", la base americanista con la que hacía poco había conseguido su primer título de liga. 


Ese lapso de tiempo, entre la goleada a los neozelandeses en el Azteca y el partido amistoso que se le gana a domicilio a los Países Bajos (y que representó el regreso de Carlos Vela, algo que varios DTs anteriores no pudieron cristalizar), todo parecía ser miel sobre hojuelas. De toda esta etapa veía en Miguel a un DT sincero, "neto", capaz de ser amigo y líder del jugador, claro en sus convocatorias y en su estilo, sagaz para modificar y hacer cambios y eufórico al punto de la ternura: los muchos memes respecto a sus efusivos festejos son prueba fehaciente. Pero sus defectos seguían ahí, como una pequeña nube de tormenta que se ve lejana...


II - Divertido y visceral

Christian Martinoli revolucionó el mundo de la narración mexicana a principios de este siglo pues, con un estilo mucho más relajado, informal y bromista, formó un combo junto con los ex futbolistas Luis García y Jorge Campos para crear la fórmula más exitosa en términos de transmisión futbolera actual en nuestro país.

Podrá gustar o no pero su estilo, divertido, fresco y ágil de mente le ha ganado millones de sguidores, que son capaces de aguantar partido más aburrido, pues "Martinalgui", el "Dottore" y "el Inmortal" lo hacen interesante con sus bromas, la carrilla que se avientan mutuamente y el estilo tan despreocupado que suelen manejar.

Eso sí, también hay que decir de Christian que es un comentarista visceral, que no suele disfrazar su preferencia hacia ciertos jugadores (Oribe Peralta y Jesús Corona, por mencionar a algunos); ni tampoco su desagrado por otros (los hermanos Dos Santos y Memo Ochoa, por citar más ejemplos).

Con el poder de hablar ante un micrófono, no sólo se ejercen derechos (como el de libertad de expresión, que es lo que los fans de Martinoli defienden, su capacidad para decir las cosas como las ve, sin tapujos, sin censura, aparentemente sin línea editorial), sino también responsabilidades. La crítica, cuando es constructiva, ayuda a mejorar; cuando la crítica surge de lo irracional o del plano personal es subjetiva y no siempre se enfoca en lo que hay que corregir.

III - Granadas al aire

En Twitter, hace unos días...

El pleito entre el DT nacional y el comentarista más popular no es una, son dos bombas que explotaron al mismo tiempo, que se buscaron hasta encontrarse y con cuyos pedazos ahora todos -afición, medios, jugadores, directivos- tendremos que lidiar.

El ego de ambos ha crecido en sus puestos, eso es innegable. Si a la ecuación le añadimos la ya mencionada explosividad de Miguel, la cosa se complica aún más. Un tipo que ha enfrentado rivales "a la mala" rebasó la frontera que como figura pública debe mostrar, aún en los momentos en los que más ganas se tiene de soltar un golpe.

Recuerdo también un vídeo en el que Martinoli y Campos se topan en un aeropuerto al árbitro que en un partido del pasado mundial (Camerún) anuló equivocadamente 2 goles a México; el comentarista estrella de Tv Azteca simulaba ser detenido por el ex arquero para no "írsele encima" al colegiado y no agredirlo. Por supuesto que fue broma, pero es precisamente ese tono burlón, sarcástico y condescendiente que en ocasiones usa lo que lo metió en este asunto.


Y si a eso le sumamos el factor "Mishelle": la hija de Miguel que saltó a la fama cuando se unió al equipo de reporteros de Mediotiempo.com y que se ha caracterizado por ser igual de retadora y directa que su papá (de tal palo...), algo que sin duda ha influido negativamente en la ya de por sí desgastada imagen de Herrera como entrenador del combinado mexicano; vemos que tenemos la receta para una explosión perfecta.

¿Qué sacar de todo esto?

Es una pena que un torneo que se jugó mal (pero se ganó bien) haya sido eclipsado por un episodio vergonzoso. Ahorita deberíamos estar analizando el paso de México por esta Copa Oro, ver los vídeos compilatorios con todos los goles, pensar ya desde ahora cómo jugar el duelo por el pase a la Copa Confederaciones en octubre; pero aquí estamos, inmiscuidos en un nuevo escándalo... un escándalo que beneficia a la prensa deportiva (ese ser tan pobre, tan comodino, tan falto de preparación y tan acostumbrado a vivir más de lo que pasa fuera de la cancha que dentro de ella)...y creo que a nadie más.

Aquí estamos otra vez, cuestionando la continuidad de un entrenador que no supo controlarse, porque -como en aquel partido en el Azteca en 1992- perdió la cabeza justo cuando el panorama parecía aclararse. Estamos de nuevo hundiendo la cara de vergüenza como aficionados porque ese hombre, que no supo reconocer los penales regalados (siendo que vocifera cuando es al revés) ni los triunfos inmerecidos no soportó la crítica que un periodista le hizo. 

Aquí estamos de nuevo, esperando ver qué sanción le dan a un DT que en los últimos meses parecía más preocupado por lucirse en Twitter, aparecer en comerciales y en saludar de mano a gobernadores, que realmente analizar si sus convocados realmente merecían portar la casaca tricolor. Aquí estamos otra vez, por la falta de autocrítica y por la sed de poder, esa que te ayuda a perder el piso fácilmente.

¿Hasta cuándo, hasta cuándo seguiremos sin entender que somos culpables en parte, prensa y aficionados, quienes al convertir a un entrenador como figura pública nos olvidamos que también son humanos, padres, hermanos, esposos, hijos de alguien; y nos sentimos con derecho de opinar todo sobre ellos, y ser en ocasiones verdaderas aves rapaces?

¿Hasta cuándo podremos tener un proceso tranquilo, en donde el DT se escoga tanto por sus méritos como por su calidad en el trato al futbolista, de manera concienzuda, y sea apoyado al unísono por el medio? ¿Cuándo entenderemos que la figura de un DT nacional debe tener límites, y eso incluye aparición en comerciales? ¿Cuándo entenderemos que hay que ser autocríticos, y que los errores propios no hay que colgárselos a nadie más? ¿cuándo entenderemos que la humildad es la primer parada en el camino hacia el éxito? ¿Cuándo entenderemos que no es lo mismo criticar a alguien cuando hace las cosas mal, que criticar a dicha persona "por que me cae mal"? ¿Cuándo entenderemos que el rating -que nosotros alimentamos- decide lo que seguirá pasando, y que debería funcionar exactamente al revés?

¿Hasta cuándo seguiremos dejando que la locura le gane al DT, y nos arrastre a todos con ella? ¿Hasta cuándo...?

2 comentarios:

  1. Muy buena reseña solo que te fallo un dato; cuando el piojo dirigió al Atlante solo llego a una semifinal (Ap. 2003) y la perdió contra Pachuca 1-2... creo que cuando se puso al pedo a los arbitros fue en el Ap. 2005 en la final cuando perdio 0-3 vs. Toluca...

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    1. entonces ha de ser la del apertura 2003, porque fue una semifinal que el Atlante perdió; me habré confundido con su etapa rayada. Saludos y gracias por comentar.

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